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Derecho, Justicia y Arte
Derecho, Justicia y Arte

El arte para combatir conflictos y guerras de forma pacífica.

A&A ha realizado un trabajo de investigación cultural, artístico y bélico de determinados hechos de la Historia de antes de la Primera Guerra Mundial en Europa, y de las dictaduras, Plan Cóndor, entre otros, de América del Sur, para profundizar sobre el arte y la ficción como herramientas de persuasión en los conflictos armados.

Introducción:

A lo largo de la historia, el arte y la ficción han jugado un papel crucial en la persuasión y la movilización de apoyo para las guerras. Desde carteles propagandísticos hasta novelas y películas, estas creaciones han sido utilizadas para:

Deshumanizar al enemigo: Representar al enemigo de forma monstruosa o inhumana puede justificar la violencia y el odio hacia ellos.

Glorificar la guerra: Mostrar la guerra como una aventura heroica y noble puede animar a la gente a alistarse y luchar.

Despertar emociones patrióticas: Evocar sentimientos de orgullo nacional y deber cívico puede unir a la población en apoyo del esfuerzo bélico.

Simplificar la narrativa: Presentar una visión simplista del conflicto, donde el "nosotros" es bueno y el "ellos" es malo, puede facilitar la aceptación del conflicto.

Simulación:

Para comprender mejor el poder persuasivo del arte y la ficción en el contexto de la guerra, podemos realizar una simulación. Imaginemos un país en medio de un conflicto bélico. El gobierno desea aumentar el apoyo público a la guerra y utiliza una variedad de herramientas artísticas y ficticias para lograrlo:

Comisión de un cuadro patriótico: Se encarga a un pintor famoso la creación de una obra que represente a los soldados del país como héroes valientes y defensores de la patria. El cuadro se exhibe en lugares públicos y se utiliza en materiales de propaganda.

Financiación de una película: Se produce una película que narra la historia de un joven que se une al ejército y lucha con valentía en el frente. La película destaca el sacrificio y el heroísmo de los soldados, y se convierte en un gran éxito de taquilla.

Publicación de una novela: Un autor popular escribe una novela sobre las atrocidades cometidas por el enemigo. La novela describe escenas de violencia y sufrimiento, y despierta un sentimiento de odio y rencor hacia el enemigo en la población.

Análisis:

Al analizar el impacto de estas creaciones artísticas y ficticias, podemos observar cómo contribuyen a la persuasión en tiempos de guerra:

El cuadro patriótico: Evoca sentimientos de orgullo nacional y unidad, y refuerza la idea de que la guerra es una causa justa que vale la pena defender.

La película: Proporciona una visión heroica de la guerra y anima a los jóvenes a alistarse en el ejército. También puede servir para normalizar la violencia y el trauma de la guerra.

La novela: Deshumaniza al enemigo y despierta emociones de miedo y ira, lo que facilita la justificación de la violencia contra ellos.

Conclusión:

El arte y la ficción son herramientas poderosas que se pueden utilizar para persuadir y movilizar a la población en tiempos de guerra. Es importante ser consciente de cómo estas creaciones pueden influir en nuestras opiniones y emociones, y ser crítico con los mensajes que transmiten.

Además de la simulación proporcionada, aquí hay algunos ejemplos adicionales del uso del arte y la ficción en la persuasión de la guerra:

Canciones patrióticas: Las canciones que ensalzan la gloria de la guerra y el valor de los soldados se han utilizado desde hace siglos para animar el apoyo público a los conflictos bélicos.

Monumentos de guerra: Los monumentos erigidos en honor a los caídos en la guerra sirven como recordatorios constantes del sacrificio y la valentía de los soldados, y pueden alimentar el sentimiento patriótico.

Videojuegos: Los videojuegos de temática bélica pueden glorificar la violencia y deshumanizar al enemigo, lo que puede tener un impacto negativo en las actitudes y comportamientos de los jugadores.

Es importante tener en cuenta que el arte y la ficción también se pueden utilizar para criticar la guerra y promover la paz. Sin embargo, a menudo estas obras se enfrentan a la censura o la represión por parte de los gobiernos y las fuerzas militares.

En resumen, el arte y la ficción son herramientas complejas que se pueden utilizar tanto para promover como para criticar la guerra. Es crucial ser crítico con los mensajes que transmiten estas creaciones y ser consciente de su potencial para influir en nuestras opiniones y comportamientos.

Me paro a pensar, y es posible que haya sucedido lo mismo en Argentina desde 1930 aproximadamente, y en Europa desde la Primera Guerra Mundial. Seguiremos con nuestras investigaciones.

Entrada 16/09/24

"No hay independencia política sin alianza cívico-militar"; por Jorge Antonio

Transcripción parcial de alguno de las opiniones del autor en la citada obra.

UNA NUEVA CONCEPCIÓN GEOPOLÍTICA[1]

Iniciar un trabajo de esta índole señalando que la Argentina es parte de un mundo conflictuado no es, evidentemente, original. Si, reconoce, en cambio, la existencia de una realidad evidenciada largamente a lo largo de las últimas décadas. El mundo de nuestros días es e producto más legítimo de una guerra terrible a cuya terminación asistimos a la espantosa carnicería de Indochina, del Medio Oriente y a las convulsiones sangrientas de la América latina y el África; la primera, pagando el lógico tributo de una "independencia" política que la convirtió en dependiente de los sistemas imperialistas mundiales; el vasto continente negro, por su parte, haciéndolo a las mismas fuerzas que esclavizaban a los latinoamericanos, solo que en su tierra asumían el papel de "liberadoras". Por otra parte, la existencia de conflictos como los de Irlanda, enfrentado su pueblo con la potencia de una Inglaterra empeñada en la pervivencia del mejor estilo imperial y la agudización de los enfrentamientos entre los países del Este europeo con el país dominante de sus estructuras políticas, económicas, militares y sociales, y la existencia, en el interior de estos últimos, de vastas minorías oprimidas (negros, chicanos y blancos pobres), ante un bien determinado nuevo concepto geopolítico.

Ese concepto es el de que el Tercer Mundo no se limita a un área geográfica determinada, no se contiene dentro de unos límites precisos, no abarca a países que, exclusivamente pertenecen a la comunidad afroasiática o latinoamericana. Si precisamos el término en función de la pobreza y la opresión, podríamos incorporar a su ámbito a países y pueblos de la Europa del Este y del Oeste y delos mismos Estados Unidos e incluso de la China Comunista, vasto país compuesto por diversas nacionalidades -de distintas culturas y lenguas- férreamente sujetas a un Estado centralizado que se comporta como una auténtica fuerza imperial sojuzgado a ciertas regiones y sujetando otras a las discriminaciones económicas impuestas por las remodelaciones constantes.

El Tercer Mundo, puede decir, esta presente vivencialmente aún en el seno de la naciones más evolucionadas o aparentemente más revolucionadas. De esto se desprende la necesidad de unir a esas fuerzas tercermundistas (fuerzas que pueden ser países, pueblos o minorías) a través de una doctrina convertida en acción política, sedimentada filosóficamente.

Y este es, precisamente, el papel que la Argentina Justicialista reclama para sí.

Pertenecer al Tercer Mundo puede no significar absolutamente nada en el ámbito de la política internacional si no se es, al mismo tiempo, parte de la Comunidad Tercermundista, adoptándose una línea filosófica acorde con esa situación. Hay países que reniegan de una actitud política que los enfrente al capitalismo financiero internacional, al imperialismo ideológico o a al colonialismo, los tres grande s enemigos del Tercer Mundo. Y por ello viven sumergidos en el terror de una política que niega la libertad personal, la soberanía nacional y la justicia social.

Consecuentemente, para encontrar el camino de la liberación nacional y social, hay que entregarse a una filosofía política, a una doctrina social y económica, a una teoría de la espiritualidad y de la cultura consecuente con la necesidad de la liberación social y nacional de los pueblos, de las naciones y de las minorías oprimidas.

Esa es la filosofía de la Tercera Posición, en la cual están contenidos los presupuestos básicos del tercermundismo como concepción de vida (lo que constituye el más valioso hallazgo político, en el orden universal, del siglo veinte). Incorporarla a una acción conjunta de pueblos y de movimientos populares es cosa que los tiempos imponen como imprescindible para los pueblos, las naciones, los países, los grupos sociales y raciales y las personas del Tercer Mundo.

Este es uno de los objetivos imprescindibles que deberá acometer la Argentina Justicialista dentro de la finalidad última de su pueblo: el logro de la Revolución Social y Nacional. El medio de que disponemos, desde ahora, mayo de 1973, hasta el momento de plasmar la instauración plena del Estado Justicialista, es el exclusivo de la Reconstrucción Nacional y Comunitaria.

Dentro de este contexto general, la defensa del país no puede continuar considerada como el coto vedado de los técnicos militares, como un hecho aislado de cuanto sucede en el seno de la comunidad nacional, dentro de los precisos límites geográficos donde, se supone, ejercemos el derecho a la soberanía. La defensa del país es parte de la Revolución Social y Nacional, de la Estrategia de la Nación Argentina, de su enfoque geopolítico del mundo. Y en esto se incluye desde la política exterior del Estado Argentino hasta la transformación social de la Comunidad Nacional.

Por supuesto, ese enfoque de la geopolítica no está exclusivamente basado en. motivaciones políticas, sociales o culturales. También la transformación de la ecología de nuestro planeta, las implicaciones de las transformaciones industriales y la necesidad de preservar los bienes naturales no sólo de nuestro país (también los de la América latina, en el contexto en que debe desarrollarse nuestra personalidad comunitaria), con objeto de que ellos sirvan a nuestra potencialización y a un más alto destino humano, nos obligan a reflexionar muy seriamente en esta hora del mundo en que nosotros, argentinos, como un milagro dispuesto por Dios, volvemos a tomar un papel protagónico entre los pueblos de la Tierra.

Vamos, pues, a detenernos un poco más en profundidad sobre estos últimos conceptos, ya que acerca de los primeros existe una mayor porción de literatura, sin que ello indique que no volveremos sobre los mismos en páginas posteriores de este mismo trabajo.

EL INFORME MEADOWS

Todos los filósofos opuestos al marxismo desde el ruso Berdiaeff al francés Emanuel Mounier, han denunciado al mismo como una "religión" implantada para consumo del proletariado aunque sus sacerdotes se extrajesen exclusivamente de ciertos sectores de la intelectualidad burguesa y aristocrática. Falta, en cambio, quien señale, de una vez por todas, de modo inequívoco, que asistimos, desde casi un cuarto de siglo, a la instauración de un nuevo sistema religioso, debidamente establecido, llamado desarrollismo, que cuenta con sus profetas Y sacerdotes, provistos, unos y otros, por la tenebrosa iglesia de la Empresa Multinacional, conjunto de factores políticos e intereses económico-militares, que ha conmocionado la ecología, polucionado el ambiente, contaminado las aguas de ríos, lagos y mares, robado las materias primas de los pueblos llamados "subdesarrollados" (en tanto se conservan las de los países considerados "desarrollados"), que ahora pretende limitar la vida humana, pues estima mucho más peligroso, a su expansión y seguridad, limitar las ganancias producidas por su vasto imperio.

Esta religión desarrollista ha provocado el más grande caos de todos los tiempos en las estructuras sociales del mundo entero, particularizándose por su insidiosa penetración en los países llamados "subdesarrollados", denominación peyorativa y mentirosa tendiente a la plasmación de un orden internacional básicamente injusto enseñorado por la sinarquía mundial.

Los efectos de esa penetración, que ha socabado la riqueza de los pueblos y transformado a la humanidad entera en esclava de los particulares fines multinacionales, son visibles en todos los órdenes y resulta conveniente repasar, siquiera someramente, en relación con la riqueza de los pueblos "subdesarrollados" y la preservación del medio ambiente las conclusiones a que han llegado algunos ilustres estudiosos y entidades de bien público, entre las cuales debe citarse especialmente al "Club de Roma" que, ya en 1971, en la declaración preliminar al Informe del Massachusetts Institute of Techonology señalaba: "Comprobamos que cada paso hacia delante, de nuestra sociedad tecnológica, vuelve al hombre más débil y más potente a la vez. Cada nueva conquista sobre la naturaleza se revela como un nuevo poder sobre el propio hombre. La ciencia y la tecnología nos aportan junto con la salud y la prosperidad, la amenaza del apocalipsis nuclear, la población crece y su emigración hacia las ciudades suscita formas de pobreza degradante hasta ahora desconocidas y nos encierra en un urbanismo sórdido y envilecedor… Los individuos sufren sujeciones cada vez más insoportables, al mismo tiempo que rechaza la autoridad; la droga, el crimen y la delincuencia aumenta; la fe desaparece, ya sea la religión que sirviera de sostén a los hombres durante siglos, ya sea la confianza en la actividad de los partidos políticos o en la eficacia de las reformas sociales … Paralelamente, la situación en lo países menos desarrollados es todavía mas inquietante. En ellos son escandaloso los contrastes entre las esperanzas que nace de una tecnocracia aureolada de magia y la pequeña cuota que esos países pueden esperar. En resumen, en las huellas mismas del progreso científico y tecnológico se abren brechas, y una distancia intolerable, tanto en lo psicológico como en lo político o en lo económico, opone en el mundo de los privilegiados a los que no lo son. Una agravación de esos desequilibrios haría inevitables las crisis explosivas …"

Por su parte, el economista mexicano Víctor Urquidi ha recordado, sobre el mismo tema, la posición de nuestro Continente: "Si la urbanización y el crecimiento económico continúan aumentando, y si deseamos un reparto más justo de riquezas, llegaremos muy pronto a un conflicto entre las necesidades económicas interiores de América latina y la de los países "ricos". Si la utilización de recursos naturales sigue una progresión tan rápida como la prevista, los países occidentales van a sentirse tentados de aumentar la proporción de materias primas extraídas de América latina, agotando de esta suerte nuestros propios recursos antes de que hayamos podido organizarnos hasta un nivel de vida decente. Suponiendo que América latina llegue a un mínimo vital y si el crecimiento económico debe continuar, tendremos que exportar productos fabricados, lo que implica una revisión de nuestros intercambios comerciales. Pero, ¿por qué imitar la producción occidental? ¿Por qué fabricar productos análogos? Muchos de ellos son totalmente inútiles.", implantada por los intereses en juego de las empresas multinacionales, sobre hambre, la miseria y el dolor de los pueblos y personas tercermundistas -a los cuales, como en los casos de Indochina, Medio Oriente e Irlanda- no vacila en arrastrar a la guerra, sólo ha deparado al mundo en sociedades humanas alineadas (incluyendo, en primer término, a las propias) por un afán consumista cuya consecuencia más directa es la quiebra del orden ecológico a escala universales y el agotamiento abusivo de las materias primas subyacentes en los países llamados hipócritamente "menos desarrollados".


A continuación de la grabación de debajo se irán cargando grabaciones relacionadas con juicios llevados o sufridos por A&A, con fines educativos y formativos para aquellos que no han asistido nunca a juicio alguno, que son divulgativos e importantes debido al objeto de los mismos y a los intervinientes en varios de ellos, actores conocidos pública y notoriamente. 


Juicio por el intento de asesinato sufrido por Miguel Antonio - Parte 1:

Testigo declara en el Juzgado que visualizó cómo intentaron matarlo

Elección del destino humano según ideólogos pioneros
Elección del destino humano según ideólogos pioneros
Entrada 27/8/24

"Nuestra Concepción

De la Patria, la Nación y el Estado"

por Jorge Antonio.

El brillante autor de "Y ahora, qué" -libro best-seller en 1966- analiza conceptos doctrinarios, arrojando nueva luz en torno a tres grandes palabras sobre las cuales suele discutirse con más pasión que inteligencia. Este trabajo de Jorge Antonio constituye, precisamente, una demostración cabal de cómo es posible sujetar los sentimientos a la inteligencia, sin que de ello resulte la pérdida de la calidez que debe unir a cada escritor con sus lectores.

Definir que es la Patria constituye una de las cosas más difíciles que el hombre -aún el pensador político- debe acometer, pues en el brevísimo contexto de esta palabra señala, también, toda una actitud ante la vida sobrenatural. Patria es una palabra entrañable, poseída de extrañas sonoridades y matices. Es como si sus mismas raíces etimológicas hundiesen en el corazón humano y caracterizaran el alma del hombre. Y no es preciso ser pagano para adorar a la Patria. No es necesario olvidar que solo es Dios el objeto último de la infinitud del espíritu, para saber que ante la idea de Patria, y sus naturales vivencias de toda índole, el hombre ha de rendir el tributo de su dimensión humana. He aquí que por qué escribía aquello de la vida sobrenatural, por cuanto la Patria ha de ser lo último que se perderá cuando deba cumplirse la palabra escrita en el libro del Apocalipsis.

"En el orden de las virtudes humanas, el patriotismo eleva la condición del hombre a las dimensiones de la santidad" Así, nada menos, definía a la actitud de amar a la Patria y poner ese amor en el empleo de aquella Hilarie Belloc, cuyo inteligente catolicismo ha sido tantas veces exaltado.

Solo existe una Patria sustantiva, la del "aquí y ahora": la Patria Argentina, la nuestra, la que nos duele en los huesos y en corazón, aquella por la cual vivimos, luchamos y estamos dispuestos a enfrentar la violencia y morir empapados en nuestra propia sangre o con la del enemigo, si ello fuera necesario.

La Patria constituye una dimensión física, caracterizada por su disímil paisaje. Todo cuanto hay dentro de este paisaje: sus ríos, sus montañas, sus llanuras, sus mares, y el mismo cielo que todo lo cubre, conforman su personalidad concreta, aquello que nos lleva a decir "esta es la tierra que yo amo". Pero no es solo el continente ni el contenido físico lo que importa a nuestra valoración de Patria porque, si así fuera, nos estaríamos inscribiendo dentro de unos cánones del pensamiento cercanos al materialismo dialéctico. Para nosotros, los que vamos a plasmar la Revolución, la Patria es, ante todo, una misión trascendente que nunca concluye y que es tan inmaterial como el amanecer, del cual conocemos las tonalidades de su celaje y el canto de las aves que lo anuncian, colores y trinos que vemos y oímos pero no podemos tocar y que constituyen una auténtica armonía natural, un concierto del poder de Dios y un Orden capaz de sobreponerse a todo lo demás.

Así es la Patria Argentina para nuestra Doctrina. Y así es como, en la dirección profunda del ancestro, que la envuelve, nos hace a todos los argentinos iguales, fundidos en la corriente vital de su maternidad y nos vuelve de un solo linaje: el de pertenecer a una tradición nacional y a una corriente histórica que nos define y otorga su sello aún cuando nosotros mismos no lo queramos. Esta en una buena explicación para muchos que no nos entienden y asisten a bochornosos espectáculos de traición entre los que podrán considerarse como aristocracia de la sangre, en tanto una pléyade de argentinos de primera generación han sabido ofrendar su vida por amor a la Patria. Esto es así porque, como dejo explicado, todos los argentinos somos iguales. Todos somos partícipes de un destino común haciéndonos actores del drama histórico.

Es a esta Patria nuestra, -a esta dimensión física, a esta proyección de nuestro espíritu nacional y humano- a la que hemos de rescatar y salvar.

Si los contumaces enemigos de los argentinos -aquellos que intentan apropiarse de nuestro suelo para pisotear sus tradiciones y arrebatarnos sus riquezas- logran destruir este concepto de la Patria, sin duda alguna habrán obtenido el mayor, más importante y trascendente de sus triunfos. Y no ya sobre nosotros, sino sobre la Historia. Al despojarnos de esta idea, ellos habrán logrado, al propio tiempo, matar todo el contenido de nuestra filosofía, arrebatándonos la finalidad trascendente del papel que desempeñamos en la vida nacional: el de corriente renovadora del pensamiento moral, social y cultural de Argentina.

Amamos el riesgo que entraña el mantener una posición de permanente vigilia, de una guardia que nunca concluirá y que comienza en este velar las armas de nuestros espíritus, porque esta actitud -que no nos fatiga- nos llevará a la victoria final. Amamos nuestro combate porque él deparará la grandeza que nosotros soñamos para nuestra Patria. Es por esto mismo que, a lo largo de este trabajo, que consiste en poner de relieve las ideas fundamentales de la Doctrina, estoy utilizando frecuentemente el artículo posesivo "nuestro" en vez de "el" o "la", que son determinados pero no alcanzan a perfilar bien el sentido de posesión que es consustancial con estas definiciones. No es igual decir "la" Patria que NUESTRA PATRIA, ni escribir "el" combate que NUESTRO COMBATE. En todo estoy hay algo -muy entrañablemente nuestro- posesivo e intransferible: la ética que surge de estas ideas y nos diferencia como revolucionarios y hombres argentinos que han asumido la responsabilidad de transformar a su país.

Estas circunstancias tan especiales de nuestras vidas nos han vuelto, al mismo tiempo, exigentes con nuestras propias ideas y sentimientos, lo cual genera otra consecuencia: el que podamos afirmar que amamos a nuestra Patria porque nos gusta el destino que le confirió Dios, pero nos disgusta y amarga el que le quieren dar los aventureros de la política liberal. Significa esto que, de ser otro su destino, nosotros no amaríamos a la Argentina? Puedo afirmar, rotundamente, que nuestro amor sería el mismo, igual en intensidad y profundidad porque somos nosotros quienes caracterizamos la idea de Patria y la conceptualizamos en la anchura de un pensamiento solamente explicable en la medida que lo sabemos nacido para producir la grandeza de un Orden Político capaz de reintegrarnos a la Argentina a la posesión total de sus hijos. Y es por el cúmulo de estas circunstancias que todas estas ideas, traducción de sentimientos y convicciones espirituales hondamente arraigados, que nuestra Doctrina es como un sagrario donde se guarda la Santa Forma, con cuya comunión lo argentinos se transformarán en héroes y santos en la tarea de rescatar a nuestra Patria, para ser dignos de amor y misericordia.

Cuáles son los elementos decisivos en la ordenación política del Estado? Es evidente que nuestro pensamiento considera en primer término la Nación -cuyas formas jurídicas el Estado representa- y al Pueblo -para quien debe realizar su misión de gobierno.

El hecho de aceptar la preeminencia de estos dos factores y no de los que han caracterizado al liberalismo marxista o capitalista, otorga un inconfundible sello a este concepto. Ese sello será como su comunión con la historia y constituirá una marca intransferible dentro de los esquemas filosóficos-políticos de nuestro tiempo.

Por el camino de las analogías, nuestros enemigos han llegado a desvirtuar rotundamente nuestra idea del Estado. Se nos ha pretendido comparar, para hacernos daño, con el Fascismo. Ya alguna vez llegará la oportunidad de escribir sobre este tema particular para que sea posible observar que elementos filosóficos comunes podríamos tener con la doctrina de Benito Mussolini y en que punto nos apartamos de los mismos para comenzar a ser nosotros mismos como conjunto de valoraciones revolucionarias que aspiran a dar su propia interpretación del hombre y de la vida para inscribirse como la solución adecuada a las contingencias del mundo contemporáneo, por cuanto es en la contemporaneidad donde toda política necesita realizarse. No existe, en este sentido, una política nacida hoy, pensada en este momento, para ser llevada a la práctica en las décadas futuras. La política en una acción temporal humana que se caracteriza por llevar el sello del hombre, o de los hombres que la crean, y la justa aspiración de los mismos a verla realizada, aplicada sobre el cuerpo de la Comunidad y de la Nación en el periplo de su propia existencia.

Volviendo al tema central de este trabajo quiero señalar contundentemente que el Estado es, para nosotros, una Verticalidad. Esto constituye un juicio definitivo y nadie podrá negar su importancia transformadora en la vida nacional argentina y en el pensamiento político de muchos intelectuales y pensadores de nuestro Continente del mundo entero donde se nos observa como una realidad en nosotros mismos, independientemente de los antojadizos moldes en que se nos pretendió meter.

La Verticalidad es un concepto político-filosófico, pero constituye ante todo, un compromiso con la vida ya que, privados de ese criterio, nuestra acción política no sería otra que la de simples reformadores del contexto social, cultural y económico.

Únicamente en un régimen Vertical, como el nuestro, es posible tener en cuenta, por sobre toda otra circunstancia, a la Nación y al Pueblo. Únicamente, concebida así la Revolución, es posible que el Caudillo asuma enteramente la responsabilidad ante la historia por los hechos consumados bajo su mando, pero sin desligar la acción de quienes le acompañan en su tarea revolucionaria y comparten la conducción del Estado.

En el régimen liberal capitalista, al Estado le interesa más cuidar de los medios económicos que integran la "elite" de su dirección (nos parece importante señalar aquí que el liberalismo dirige y no conduce la maquinaria estatal) y luego, en segundo grado, el resorte fundamental de su cobertura: el partido político, que le permite aparecer como "representativo" de una tendencia, nacional o extranacional, que asegura el funcionamiento del parlamentarismo y adecúa la acción a la "democracia" sobre todos los resortes de la sociedad. Es natural, pues, que para esta praxis y teoría del Estado resulte, en cierto modo inadecuado, ajeno a sus mismo fines, ocuparse de la Nación (como contexto y resumen de aquello que caracteriza y perfila a un país) y del Pueblo, que solamente merece su atención como mercado electoralista. En el que, por añadidura, no siempre interesa colocar una buena mercancía, para reducirlo todo a los términos mercantiles de lo que podemos denominar como el riñón del régimen liberal: la bolsa de valores.

Resultaría infantil pensar que esta modalidad política difiere en los denominados países "grandes", en los que han asumido - "per se" - el papel de potencias reguladores de la resquebrajada sociedad contemporánea. En esos países, los pueblos no son más felices ni las naciones son más independientes que en nuestro Continente. Y es que el verdadero poder del Estado liberal no reside más que en los grandes núcleos financieros, capaces de dictar sus órdenes. a todos los organismos "democráticos" -incluso a los ejércitos- que integran su sistema de gobierno.

En nuestro Estado, -y este es el pensamiento doctrinario valedero- no existe otro Poder Político, que el emanado de su auténtica representación, tanto nacional como popular, tanto histórica como universal. Nuestro Estado, efectivamente, esta "comprometido" a la realización de un papel trascendente por cuanto, partiendo de sus principios revolucionarios, aspira a liquidar las injusticias que surgen del capitalismo y del marxismo, y a instaurar un Orden Nuevo, a cimentar una Revolución Social y Nacional, a partir de la cual la Nación Argentina pueda comenzar a realizarse universalmente. Esto es, a llevar la simiente de su Doctrina allí donde la ansiedad de justicia y la sed de libertad hacen gemir a los pueblos y a las naciones.

Es una consecuencia directa de este pensamiento el hecho de que nuestro país no atine a lograr una salida política al margen de nosotros. Ni aún cuando los liberales fuesen los mejores hombres de la tierra y los marxistas los más decididos a implantar un sistema de justicia, podrían hacer nada por la Argentina y su Pueblo.

Nuestro Estado es aquel que permite realizarse al hombre, que le otorga los medios indispensables para que su libertad individual no sea vea trabada ni destruida por la presión de medios exteriores, ajenos a la conciencia y al alma del hombre. Esta es la afirmación más clara de la Verticalidad. No solamente la verticalidad del Mando. También la verticalidad del hombre tomado en su totalidad, a quien se le otorgan deberes y derechos que lo integran en la Comunidad y le dan conciencia exacta de su propio valor como persona humana y miembro de una sociedad revolucionaria, que requiere de él todas las fuerzas de transformarse a sí mismo y transformar, por su participación directa en el Poder Político, al conjunto social que integra.

Pero hemos dicho antes que la Nación también constituye una preocupación fundamental para nuestro concepto filosófico. Esto se reafirma en el hecho remarcable que nuestro Estado aspira a ser, no la mera representación legal u ordenamiento jurídico de la Nación. Nuestro Estado aspira, en mérito a la Doctrina que le anima, a constituirse en la encarnación histórica de la Nación. Quiere ser alma y rostro de las tradiciones y necesidades nacionales. No quiero ser el aséptico, cínico, Estado liberal, que coarta la libertad en nombre de la libertad y asesina a la Nación en nombre de la Nación.

Por esto, nuestro Estado puede ser -de hecho ha sido- la exaltación del Caudillo. Porque en nosotros no se diluye la asunción de las responsabilidades, pues no confiamos a organismos intermedios de ninguna naturaleza la realización de la Doctrina desde la praxis del gobierno. Y así como, sin intervenir con afán obsesivo en la vida de cada hombre, es capaz de otorgarle los medios para hacerlo responsable, ante si ante los demás, de sus deberes y sus derechos, así también puede decirse de ese Estado que es la encarnación de toda simiente de Justicia, de Amor y de Caridad, meta última de toda Política verdadera." Frontera 67, Revista de Estudios Sociales, Centro Editorial "Verum Et Militia", enero 1967, 2ª Edición.